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EL EFECTO DE LAS NOTICIAS 

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tradicionales, de manera tal que permite pensar en qué medida el poder de unos limita, erosiona, refuerza o complementa el poder de los otros. En definitiva, permite al lector (y en parte le exige) hacer su propio trabajo interpretativo para sacar sus propias conclusiones. Actualmente son pocos los investigadores que discuten el poder que los medios masivos de comunicación tienen sobre la opinión pública y sobre la agenda política. El problema, claro, es que no son solo los medios masivos los que participan de este juego de influencias o, como diría Mijail Bajtin, de la lucha por el signo ideológico. Como se puso en escena en las últimas elecciones presidenciales, también los nuevos medios de comunicación de masas como twitter, facebook o whatsapp tienen capacidad de agenda en periodos convulsionados. La investigación de Aruguete se ocupa, también, de aclarar qué factores debemos tener en cuenta para pensar la relación de mutua influencia entre agenda mediática, agenda pública y agenda política.

 

Para poner un poco blanco sobre negro. ¿Cuál es la diferencia entre la teoría de la agenda setting y la de la aguja hipodérmica?

 

–Una premisa que me interesa sostener en el libro es que ninguna teoría nace de un huevo. Surge en discusión con otras hipótesis que pueden ser previas o contemporáneas. En el caso de la teoría de la agenda setting, se inicia en 1968 a partir de una serie de estudios que ponen en discusión dos teorías previas: la teoría de la aguja hipodérmica (o “de la bala mágica”) y la teoría de la ley de las mínimas consecuencias. La primera postulaba que la información de los medios o de la propaganda política se inyectaba en una población que era concebida como una masa amorfa, carente de individualidades, y que no tenía ninguna capacidad de discutir o dialogar con esa información que le llegaba. Por su parte, la teoría de la ley de las mínimas consecuencias lo que planteaba es que los medios tenían mínimas consecuencias en la percepción del público, y lo que tenía mayores influencias eran las relaciones interpersonales, la pertenencia a determinados grupos y, sobre todo, los líderes de opinión. Entonces, lo que plantea la teoría de la agenda setting contra esas dos posturas es que los medios tienen una influencia poderosa sobre la percepción pública, pero en condiciones limitadas. Vale decir que los medios no imprimen su agenda sobre una tabula rasa sino que deben existir determinadas condiciones para ello. Pero tal vez el primer descubrimiento de cierta importancia de la agenda setting es que aquellas cuestiones que los medios proponen como las más importantes luego aparecen como una preocupación central en la ciudadanía.

 

Esa es una primera etapa de la teoría. ¿Cómo se desarrolló?

 

–Se fue complejizando a partir de la comprobación de que la influencia de los medios no es sólo respecto de la agenda de temas sino del sentido de esos temas. La definición más rasa hoy de la teoría de la agenda setting es la transferencia de relevancia de una agenda sobre otra; es decir, ya no se piensa solo la influencia entre la agenda mediática y la pública sino sobre otras que están en circulación, como la política.

–En el libro plantea que las agendas públicas, mediáticas y políticas están influidas unas por otras en alguna medida; es decir, no hay determinación, y la teoría de la aguja hipodérmica podría ser de alguna manera descartada. Pero, ¿en qué medida la diferencia de grado –la gran potencia de los medios en comparación con la ciudadanía– es definitoria en la importancia que tiene sobre la estructuración de lo social?

–Yo creo que los medios han sido muy poderosos por razones muy distintas a lo que plantea la teoría de la aguja hipodérmica. En algunas situaciones –como cuando en las últimas elecciones mucha gente creía que lo importante eran los atentados en Francia antes que el ballotage– con algunos colegas decíamos, un poco en broma, que sobre ellos estaba operando la aguja hipodérmica. El problema es que esa teoría plantea que esa influencia de los medios es directa y sobre el conjunto de la población. Entonces desconoce que hay un posicionamiento activo por parte de la agenda pública que también propone temas. Si tomáramos las redes sociales como expresión de la opinión pública en términos analíticos, veríamos que en muchas redes y foros se citan a los medios tradicionales, pero muchas veces se lo hace para hacer una lectura crítica de lo que allí se dijo, para plantear una discusión. Eso significa que la transferencia de influencias no es tan directa sino que es más dialógica. La teoría de la agenda setting concibe las relaciones interpersonales como un elemento que media el efecto de agenda, inhibiéndolo.

 

Las noticias que consumimos a diario forman parte de un recorte particular de la realidad informativa, dependiente de múltiples intereses ¿Quién decide cuál es la agenda de la información? ¿Cómo y a quiénes les sirve el recorte, la selección y la distribución del material informativo? ¿En cuánto y de qué manera influyen los medios masivos de comunicación en las opiniones del público? En el siguiente reportaje publicado durante el año 2016, en la Revista Tema (uno) de de la UNIPE*, la periodista Natalia Aruguete nos brinda sus reflexiones para acercarnos a algunas respuestas posibles.   

Por Agustín Scarpelli

El libro El poder de la agenda. Política, medios y público (Editorial Biblos), de la periodista e investigadora del Conicet Natalia Aruguete, es el primero en la Argentina en realizar un repaso exhaustivo por el derrotero de las teorías de la agenda setting. Una teoría que, surgida en los Estados Unidos a fines de la década del 60, en sus inicios planteaba que los medios de comunicación eran capaces de influir –aunque con limitaciones– en lo que los miembros de una sociedad piensan respecto de los asuntos públicos y políticos.

La teoría de la “aguja hipodérmica”, que había sido formulada por Harold Lasswell en 1920 y tenía un lugar de peso en el campo de estudios sobre los medios en aquellos años, iba mucho más allá al postular una influencia casi omnipotente de la propaganda política. Esto podría sonar un poco exagerado hoy, pero no era tan así en aquellos años de entreguerras y ascenso del fascismo. ¿Cómo se podría explicar, por ejemplo, el sacrificio personal de quienes marchaban a la guerra voluntariamente (o enviaban a sus hijos) en defensa de abstractos intereses nacionales, o la subsunción de tantos ciudadanos “de bien” a una causa como la del nazismo con los guetos a la vista de todos?

En sus trabajos recientes, Aruguete se volcó, más que a la medición de efectos de agenda, al análisis de las coberturas que distintos medios hicieron de algunas políticas públicas. Entre ellas figuran, por ejemplo, las medidas que desataron el así llamado “conflicto del campo” en 2008 y, más recientemente, la expropiación de YPF, que fue estudiada a partir del relevamiento de las tapas de diarios argentinos y españoles. Aun así, el libro llega tras once años de lecturas sistemáticas sobre los problemas que rodean a los estudios de la agenda settting. La abultada bibliografía que dio como resultado ese trabajo es tratada de manera inteligente, sutil, productiva y minuciosa en las casi 180 páginas: pone en diálogo y contrasta distintos estudios realizados sobre la influencia de los medios sobre las opiniones del público, yendo más allá de la simple enumeración de los desarrollos teóricos; desconfía de los datos que para otros investigadores son pruebas de tal o cual efecto sobre el público; incorpora toda una serie de relaciones que se establecen entre las redes sociales, los nuevos medios de comunicación y los medios

La teoría de la agenda setting es una teoría de raigambre estadounidense, de corte positivista y funcionalista. ¿Qué le cuestionaría?

 

–Yo creo que los medios tienen mucho poder pero, como ya dije, no se puede seguir pensando en un modelo de influencia directa, porque siempre hay mediaciones. También creo que no podemos tomar acríticamente un modelo de análisis y adaptarlo. El hecho de que vos puedas comprobar la correspondencia, estadísticamente, de algunos temas y atributos que aparecen en los medios, y que después forman parte de la agenda pública, no quiere decir que haya una influencia directa, causal, de la agenda mediática sobre la pública. Hay que revistar ese traslado de influencias.

 

¿Qué papel juegan las redes sociales en esta mediación de la que habla?

 

–Bueno, no es lo mismo mi cuenta de twitter, que soy una usuaria común, que la cuenta de twitter de un referente en una temática determinada o un dirigente político. La cuenta de María Eugenia Vidal va a tener una relación con la agenda mediática muy distinta a la que puede tener la mía. Y también es distinto si yo tomo el blog de un medio comunitario y un blog de un medio tradicional e intento analizar qué relación tiene lo que allí aparece tematizado con lo que aparece en un medio tradicional. Hay una relación entre medios (lo que se denomina “intermedia agenda setting”) que tiene que repensarse de manera distinta en términos analíticos. Por eso lo que les reclamo a las teorías de la agenda setting es que tienen que robustecer su análisis respecto de la influencia temática y de percepción sobre la realidad. Hay que robustecer en términos metodológicos qué nombres se les dan a las distintas agendas, porque las nuevas redes no son solo agenda pública, pueden ser concebidas, también, como agenda política. Y la democratización que se espera con la plena vigencia de la Ley de Medios generaría una mayor diversidad de agenda que la que tenemos hoy.

 

¿Qué significa “mayor diversidad de agenda”?

 

–Los medios tradicionales tienen una lógica en la producción de las noticias que ha sido denominada gatekeeping; es decir que hay una serie de porteros que centralizan las informaciones que reciben los medios; de esas informaciones se realiza una selección para luego elaborar las noticias. Ahora bien, una de las apuestas que se hacía con las redes sociales es que ese gatekeeping se abra, que no acapare tanto la información, que pueda dar cuenta de cómo es la búsqueda de sus fuentes, que otros opinen en esas redes para que pueda ser más dialógica la construcción de la noticia y que se arme una posibilidad de gatewatching. Sin embargo, lo que se ha demostrado es que los periodistas encumbrados que trabajan en medios tradicionales, en sus cuentas de twitter o de facebook, en lugar de abrir el diálogo y la construcción de la información, tienen actitudes de normalización: no solo ocultan la cocina de la información para conservar las rutinas periodísticas de los medios tradicionales sino que son muy reservados a la hora de participar de un diálogo con el público o los internautas. Y mucho de lo que esos periodistas vuelcan en sus cuentas remiten nuevamente a las páginas de los medios tradicionales.

 

¿Eso significa que la existencia de las redes sociales no han logrado transformar sustancialmente la lógica de producción de las noticias?

 

–En realidad hubo algunos cambios. Por ejemplo, la crowdsourcing, que puede traducirse como la externalización de tareas, significa que muchas de las cuestiones que antes les concernían a los periodistas (la elección de las fuentes, el tipo de entrevistas que les hacían, la selección de la información, etc.) con las redes sociales van a ser redefinidas. Porque no podés pasar por alto lo que aparece en las cuentas de twitter o facebook de aquellas personas que son un factor de autoridad en la temática que estás tratando. Son personas cuya palabra es indiscutible respecto del valor de noticiabilidad que portan y, al mismo tiempo, ellas utilizan eso en su favor, al influir de alguna manera en el contenido de la nota que está en producción. En este caso se dice que hay un efecto de la agenda setting entre la agenda política y la mediática. Por eso te digo que no se puede ya pensar el efecto de la agenda setting solo en el sentido de los medios hacia el público, porque hay otras agendas que se disputan ese espacio. Pero no es solamente que el poder político influya sobre el poder mediático, entre ellos hay una relación muy simbiótica (aunque tensa) en la que el público queda bastante desorientado.

 

Tu libro es bastante crítico respecto de las teorías de la agenda setting, pero ¿existe tal efecto hoy?

 

–Yo creo que sí, pero es un efecto que se da de manera absolutamente subliminal. Es decir, el efecto de la agenda es más eficiente cuanto más sutil se torna. Funciona mejor cuando menos cuenta te das de esa influencia. Incluso en el caso de los periodistas, eso se naturaliza. Ellos deben elegir un conjunto de fuentes a las que quieren o pueden acceder (según se lo permita o no su organización periodística) y dejar afuera otras; tienen un editor que les está marcando cómo enfocar la noticia, qué se debe priorizar y qué no, qué se puede decir y qué no, y tienen un lector, imaginario o no, al que le están hablando; y lo hacen a partir de una serie de valores e ideología determinados. Todo ello es un efecto de agenda, porque toda una serie de estructuras están operando en la construcción de una noticia. No importa si es para el bien o para el mal. No estoy juzgando eso. Pero creo que seguir teniendo la discusión respecto de si somos independientes o no, si somos objetivos o no, es inviable.

 

¿Qué pasa con aquello que solemos llamar “realidad”, y con la diferencia entre operaciones políticas y la práctica genuina del periodismo, que si bien no puede ser por definición objetiva, debe tender (como se enseña en la facultad de periodismo) hacia ella?

 

–Lo primero que yo digo en mis clases en la facultad es: eliminemos la cuestión volitiva. Que la noticia sea una construcción no significa que se esté mintiendo. La noticia que queda plasmada en el diario no depende solo de las buenas intenciones o de la pericia de un periodista. Hay un montón de engranajes que funcionan en torno a esa construcción. Decir que se debe tender a la objetividad me parece inviable porque la objetividad solo la hacen los objetos. Creo que la realidad es una construcción, que no existe por fuera de nuestra percepción y nuestro recorte.

* SCARPELLI, A. (2016) "El efecto de las noticias ¿Por qué hablamos de lo que hablamos?" En: Revista Tema (uno). N° 6. Poder. Marzo/16. Bs. As: UNIPE

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